En el marco de la pandemia de Covid-19 y el aislamiento obligatorio -que ha disparado emociones y declaraciones de toda índole- Horacio Baldovino hace un llamado a la sensatez entre tanto ánimo exacerbado con esta nueva columna de opinión exclusiva para El Productor Porcino

Foto: La imagen promocional del film “Soy Leyenda”, en el que el personaje de Will Smith sobrevive en el contexto de un apocalipsis zombie para encontrar la cura al virus que azotó a la humanidad.  

Tal vez tanto nos ha afectado la pandemia que no nos hemos dado cuenta de la profundidad de esa afectación. Parte de eso lo veo en que estamos transitando momentos de mucha prolificidad de manifestaciones y opiniones de diferente laya y muchas teñidas de ideología, especialmente en las redes sociales, con posturas muy variadas y con una amplitud de pensamientos que va desde considerar al ser humano como ¨el virus¨ que va a terminar con la vida del planeta en los próximos años hasta exaltar a cada persona que se atreve a salir a la calle a sacar la basura calificándola como a un héroe.

Abundan en la nube las imágenes de animales de toda clase paseando por calles de ciudades desiertas, calles abandonadas por los humanos a causa del virus y los gobiernos, como las vistas en conocidos filmes como ¨Soy Leyenda¨ o ¨The Walking Dead¨ acompañadas con grandilocuentes frases del tipo de ¨Nosotros somos el virus¨. Para algunos extremistas y militantes ambientalistas el ser humano es el culpable directo de todas las calamidades ambientales habidas y por haber; pero aparecen otros más radicalizados aun, los delirantes de siempre, que aconsejan no tener hijos y predican enérgicamente sobre eso, que hay que reducir la población mundial en pos de salvar al mundo, ya que el humano es la especie más peligrosa y destructiva. No comprendo muy bien qué sentido le encuentran a un mundo sin humanos, si no vamos a vivir en él ni nosotros ni nadie para qué nos preocuparíamos en mantenerlo habitable.

Ignorando a los que creen que hay sobrepoblación de humanos, desde hace un tiempo han aparecido en murales y medios gráficos algunas figuras públicas en traje de superhéroes, el dibujo seguro lo firmará algún obsecuente o interesado en favores terrenales o celestiales, pero muchas veces el traje no deja de ser un disfraz, el hábito no hace al monje, ni la capa al superhéroe, ni la S dibujada en el pecho te transforma en Superman.

Un héroe no es cualquier persona, hay que sacrificar mucho, mucho de verdad, para convertirse en uno, y hay que servir en forma realmente desinteresada y no esperar reconocimiento ni premio. Usualmente lo confundimos con un ídolo, que son personas muy admiradas casi siempre por alguna habilidad artística o deportiva en la que descollan. Los ídolos no siempre resignan mucho y obtienen grandes réditos por hacer lo que hacen. A diferencia de los héroes, que generalmente no son retribuidos en la misma medida, los verdaderos ídolos ganan mucho dinero. No es que esté mal ganar dinero, pero si lo hacés por dinero o esperando ser alabado por el reconocimiento popular, no sos un héroe. Han conseguido mucha idolatría algunos futbolistas, hoy sufriendo la cuarentena en sus mansiones, especialmente hay uno que, después de un cósmico gol de posguerra que gritamos todos hasta quedarnos sin voz, hasta se convirtió en Dios. Pero no creo que sea un héroe.

Creo que la mayoría de los héroes son seres silenciosos, personajes ignotos, que no desean fervientemente ser héroes ni recibir muestras de admiración a cada paso, de hecho, creo que muchos de ellos ni siquiera saben que son héroes. He tenido el raro privilegio de conocer a algunos, aunque no se reconocen a primera vista, resultan inconfundibles cuando se habla un rato con ellos.

Definitivamente no nos hemos convertidos en héroes solo por salir a trabajar en medio de esta pandemia, al menos no por ahora, en realidad somos unos privilegiados que podemos salir fuera de nuestras viviendas y tener más libertad que otros. Sabemos que aún estamos lejos del peligro. No es lo mismo con los médicos y demás profesionales de la salud que sí están cerca de los tiros. Nosotros todavía no. Nos vale más la libertad de movernos y hacer una vida casi normal que el riesgo de enfermarnos.

No es correcto bautizar a todo aquel que sigue trabajando o brindando un servicio como héroe, sería vulgarizar livianamente a ese noble calificativo. No es justo poner en el mismo nivel a un repartidor de alimentos que a una persona que está canalizando la vena de un paciente positivo a COVID 19. Si todos somos héroes, nadie es héroe.

Estaría bueno que dejemos la capa colgada para más adelante y salgamos a hacer lo que es necesario, lo que sabemos hacer, lo que venimos haciendo desde hace tiempo, y si se pone feo de verdad veremos si nos acordamos adónde dejamos la capa colgada.

Por: Horacio Baldovino