“Los del campo tampoco van a ser muy felices cuando la muchachada salga a buscar comida”, declaró Dady Brieva. El veterinario Horacio Baldovino reflexiona sobre el gran desconocimiento y, por tanto, enorme prejuicio respecto del campo, que sobrevuela a gran parte de la población urbana.
“El campo no da comida”. Esta afirmación vale la pena que sea hecha ante la advertencia de un artista oficialista a la gente del campo en general: “Los del campo tampoco van a estar muy felices cuando la muchachada salga a buscar comida”, lanzó a modo de amenaza el millonario artista devenido en agente proselitista del oficialismo, Dady Brieva.
Me imagino que cuando dice muchachada se refiere a las personas que están recibiendo algún tipo de ayuda social, a gente del Conurbano, a los rehenes de los Barones del Conurbano (Sí, Barones con “B”, título de “nobleza”), gente urbana en su mayoría, valga la redundancia.
No sé qué imagina el Sr. Brieva sobre qué es lo que se produce en el campo. Nadie de su entorno parece haberle contado que generalmente son materias primas con las que se elabora la comida. Salvo los huevos que se pueden cocinar en el instante o algunas frutas que también se pueden consumir en forma inmediata (cuando están maduras, la mayor parte del año las plantas no tienen frutas colgando de sus ramas), casi todo lo que se produce en el campo necesita de algún tipo de proceso más o menos complejo para transformarse en lo que, creo que este señor, define como comida.
Tal vez no esté de más informar a algunos mediáticos (que opinan sobre estos temas sin estar, digamos, suficientemente informados) y recordarles a algunos funcionarios que a las vacas no se las ordeña y sale queso, que las vacas tampoco paren tiras de asado, que los chanchos no se transforman solos en paleta sanguchera y que la polenta (tan mal puesta de moda por estos días) no se junta directo del maizal.
Imagino la menuda sorpresa que se llevarán “los muchachos” cuando al bajar del micro entren en un lote de soja y pretendan, no sé, encontrar una lata de algo o una bolsita de snacks, quisiera ver las caras de desconcierto frente a un rodeo de cría con las vacas recién destetadas o frente a un galpón de parrilleros ¡y los pollos aún con plumas!, y ni te digo cuando se enteren de que el Estado se lleva, según la producción de la que se trate, alrededor del 70% de lo producido. Bueno, en realidad no creo que les importe mucho esto último. Como los del campo “la levantan con la pala” está bien sacarles y sacarles, si tiran una semilla y sale comida, dicen en el gobierno.
No sé qué harán cuando se percaten de que hay más posibilidades de encontrar comida en la heladera de la fastuosa vivienda del artista de marras que en un campo con soja en Pergamino, o en un rodeo de cría en Tandil, o en una plantación de manzanas en Cipoletti, o en una quinta con cebollas en Viedma, o donde haya algún productor arriesgando su trabajo y capital para producir materias primas cuyo socio mayoritario, el Estado, sólo participa en las ganancias y además milita furiosamente en contra de ellos.
Hubo una exportación de peras, el Estado ganó más dinero que los productores. Nadie quiere ir a juntar naranjas a Corrientes para no perder los planes sociales.
Sin duda los que tienen una “renta extraordinaria” son los políticos, son ellos los que se dan lujos que están a años luz de los hombres de a pie, son ellos los que parece que viven en Narnia gastando 51 millones en canapés mientras moría una chica que desprotegieron cuando su específica función era protegerla. (N. de la R.) 1
Así es la irrealidad en la que residen. “La culpa es de la gente del campo que se lleva los dólares afuera”, afirma un viejo funcionario cuya jefa política lo tilda de pelotudo. Los que se quedan con los dólares de lo que se exporta son los señores funcionarios del Estado y, con las retenciones también se quedan, pero ahora no alcanza para todos se ve, es que cada vez hay que repartir entre más, ya que la militancia no es gratis.
Ya vimos el triste papel que hicieron los del proyecto Artigas cuando usurparon, por unos pocos días, un campo en Entre Ríos. Fue hilarante ver cómo algunos de sus integrantes intentaban usar una asada sin prácticamente conocer por dónde se agarra para plantar perejil a la sombra de los eucaliptus. Pero hay algo que refuerza la afirmación que es título de esta nota: aun habiendo un tambo en el establecimiento ocupado, entre las demandas de los okupas, había cajas de leche.
Si viene la muchachada, ojalá que lo traigan al Dady, así nos reímos un poco, y mejor si también la traen a Filomena, así nos divertimos más.
Por: Horacio Baldovino, febrero 2021.
[1] Nota de la Redacción: El columnista se refiere al escándalo por los gastos en Catering del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad de la Nación, que salieron a la luz al mismo tiempo que se conocían los pormenores de la muerte de Úrsula Bahillo, una jóven de 18 años que había denunciado decenas de veces al asesino (el policía de la bonaerense Matías Ezequiel Martínez) y que, sin embargo, no contó con la protección estatal necesaria. Cuando la chica quiso denunciar estos hechos en la Comisaría de la Mujer no se le tomó la denuncia porque “era fin de semana”.