Gestión, diálogo y presencia en el territorio. Con estos tres preceptos como ejes, según explican fuentes del Gobierno, asume hoy su cargo como ministro de Agricultura, ganadería y Pesca, Julián Domínguez.
El reemplazante de Luis Basterra es un viejo conocido en el sector ya que ocupó el mismo puesto entre 2009 y 2011 y en aquel momento jugó un rol estratégico para apaciguar las aguas con la dirigencia rural posconflicto desatado en 2008 por la famosa Resolución 125. Hoy regresa con una misión similar: estrechar puentes, pero con una fuerte impronta política.
Según se especula en el sector, Domínguez se diferenciaría rápidamente de su antecesor adoptando un perfil más alto en los primeros días de gestión. Se espera en este marco la profundización del vínculo con los líderes del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) a los que llamaría a un encuentro en breve. Incluso el flamante ministro de Agricultura ponderó recientemente el rol de esta coalición nacida el año pasado y que tiene como primordial objetivo alcanzar la promulgación de la Ley Agroindustrial.
Es que justamente uno de los estandartes de la gestión de Julián Domínguez entre 2009 y 2011 fue el lanzamiento del Plan Estratégico Alimentario (PEA) 2010-2020 en el que planteaba un horizonte de objetivos para el campo, bastante similar a lo que actualmente promueve la Ley Agroindustrial. Aquella hoja de ruta detallaba la necesidad de alcanzar las 157,5 millones de toneladas de granos y una suba del stock bovino del 10%, hasta los 54 millones de cabezas, dos objetivos que no se cumplieron y que el actual Gobierno plantea como primordial no solo por el ingreso de divisas sino para balancear las presiones entre el mercado interno y la exportación.
Qué se puede esperar de Domínguez
Quizás como una clara señal de lo que se viene en materia de gestión sirven los conceptos que arrojó semanas atrás Domínguez en su exposición en el Congreso Agroindustria de IDEA. “Cuando creamos el Ministerio en 2009 (hasta ese momento tenía rango de secretaria), convocamos a los ministros de Agricultura de todas las provincias, a las Universidades, al INTA y el SENASA. Pero también había gente del campo que no se quería juntar con el Estado, decían con un kirchnerista no hablo. Yo tuve que ir por ejemplo a Federación Agraria de Entre Ríos y esperarlo a Alfredo de Angeli porque no me quería atender, pero cómo iba a empezar a trabajar si no hablaba con quienes estaban enojados. Me pasó lo mismo con la gente de Coninagro, con la Sociedad Rural, con otras entidades. Salimos al encuentro entendiendo que el Estado es todos, no es de un partido políticos, sabiendo que quien asume la responsabilidad política tiene que garantizar el interés general y el bien común”, detalló.
En otro de los pasajes de su exposición, en un panel en el que además compartió conceptos con Gustavo Idígoras, uno de los líderes del Consejo Agroindustrial y representante además de los exportadores, puso especial énfasis en el rol de los pequeños y medianos rurales en el ejido social. “Hemos perdido 50.000 productores en las últimas dos décadas, esto constituye un desafío para la política agraria en la próxima década, ver cómo sostenemos esta territorialidad del productor o su permanencia en el campo. No puede haber un proyecto político que no incorpore al campo como actor principal, el futuro de la Argentina siempre va a estar vinculado al desarrollo agroalimentario y biotecnológicos”, sentenció Domínguez.
Todavía más categórico, el hoy funcionario oriundo de la localidad bonaerense de Chacabuco, tampoco dudó al afirmar: “Nuestra dirigencia no entiende al campo argentino, la mayoría de los funcionarios son de Capital Federal, no somos un país federal. Falta una visión federal que pueda integrar las capacidades del campo. Si queremos un país diferente tenemos que hacer dos grandes esfuerzos, primero meter a todos los chicos en el colegio y segundo reconvertir los planes sociales en empleo, ese es el punto de salida de la crisis. El campo solo no se salva, no se puede vivir aislado, hay que empezar a trabajar juntos”.
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