El sector porcino arrancó 2022 con una fotografía ambivalente: por un lado el consumo interno continúa firme y el precio, sostenido. Pero por otra parte afronta fuertes desafíos en el frente externo, con una marcada caída de exportaciones y creciente competencia de carne brasileña.
En este juego es diferente la posición entre los actores de la cadena. La producción de animales, por ejemplo, recibe precios en dólares altos cuando se los compara con el contexto internacional.
La cadena comercial e industrial, en cambio, comienza a despedirse por ahora del sueño exportador, ya que para volver a ponerle fichas a ese negocio deben alinearse varios planetas: la demanda de China, un tipo de cambio competitivo, menor presión fiscal y apertura de mercados que hoy no existen, entre otros.
La novedad del aumento en el precio de los granos por la sequía también impacta aunque este factor es parejo para todos quienes están en el negocio en el mundo.
Pero, para ir por parte, primero es necesario hablar de la faena. Según datos que maneja el consorcio Pormag, el año pasado cerró con 7,4 millones de cabezas, 400 mil más que en 2020, lo que consolida un crecimiento desde ese punto de vista.
Ello se combina con la franca levantada del precio del capón en pie. En 2021 el valor en dólares fue 12,9% superior al promedio histórico 2012/2020, según JLU Consultora. Puesto en moneda dura, hoy el promedio se ubica en 1,41 dólares (con máximos de 1,66), contra 1,18 dólares de aquél ciclo. En enero esa trepada se planchó.
Cuando se miran los kilos promedio de carne de cerdo consumidos por los argentinos, según la Secretaría de Agricultura y Ganadería de la Nación estaría en 17 kilos per cápita. Pero ese número podría ser varias veces mayor porque existen provincias donde la informalidad en la comercialización es prácticamente total y no se registran datos.
“MUY BIEN”
“No estamos mal, estamos muy bien. En la década del ‘90 estos números eran una utopía. De comer 5 kilos 20 años atrás a comer 17 kilos hemos hecho un muy buen trabajo”, señala Larry Bartoloni, de Pormag. “Sí habría que acelerarlo, sobre todo en la cadena comercial e industrial, hay regiones del país donde directamente no hay frigoríficos de cerdos, lo que casi no ocurre con la carne vacuna”, plantea ante Agrovoz.
Lo mismo opina, en ese sentido, Guillermo González Davis, del grupo santafesino Tutto Porkys, con tres décadas de trayectoria en el rubro. “La oferta y la demanda de carne porcina están al límite, la demanda está muy fuerte”, explica a este medio. La razón, como se sabe, es que para muchas mesas familiares la carne porcina es un sustituto de la vacuna con un costo un 20 ó 25% inferior, según el punto de venta.
Sobre este panorama se cierne, sin embargo, una sombra que comienza a inquietar. Hay una caída estrepitosa del negocio en Brasil, con pérdidas superiores a los 25 a 30 dólares por cabeza (se habla de un dólar el kilo vivo) y excedentes que terminan en Argentina, Uruguay y Chile, dijo JLU.
Pormag maneja, en ese sentido, una estimación. Solamente en noviembre, la importación de carne porcina representó 15 millones de dólares. “Es una situación que perjudica a toda la cadena y se viene agravando cada vez más”, dice el informe. Lo más curioso es que el ingreso de esta carne se aprueba en 48 horas, mientras que traer paneles evaporativos para la cría o equipamiento debe atravesar las barreras que ponen las declaraciones juradas DJAI.
Un dato: en noviembre pasado el 29% de la bondiola que se vendió en Argentina era brasileña.
En 2021, las exportaciones argentinas cayeron el -29,4%, según datos de la Aduana y Afip procesados por JLU, con un volumen total de 29.623 toneladas. Las importaciones, sin embargo, crecieron el 139,5%, con un volumen de 45.928 toneladas.
“Hasta es irónico ver como algunos paladines de la exportación, cómo de un día para el otro y en silencio se han transformado en importadores”, resaltó la consultora capitaneada por Juan Luis Uccelli.
De un momento para otro, el sueño de exportar peligra y por el contrario las entidades del sector deben comenzar a luchar contra la importación. “Es imposible producir acá a precios competitivos como para salir al mundo, mientras que quien importa, hace negocio”, indica González Davis.
Por efecto de la inflación, en este último año se modificó también la participación de los distintos integrantes de la cadena de valor, donde el principal insumo sigue siendo el costo y el segundo, los impuestos.
JLU estima que en el precio final, el 62,3% son los costos, otro 18% los impuestos; el productor se queda con el 10,5 y entre el matarife y el carnicero se reparten el resto. La cuenta es parecida a la hora de exportar. Llegar a los 1.200 dólares por tonelada de Brasil es utópico; para que quede algo de rentabilidad la Argentina necesitaría hoy 2.200.
Antes que nada debería ceder algo el precio del kilo vivo (difícil en este momento). Luego, menciona Luis Piccat, titular del frigorífico Qualitá, que se produzca una recuperación sustancial del tipo de cambio oficial, no menor al 30%. Finalmente, que China vuelva a demandar tras los festejos del año nuevo y que se incentive la apertura de mercados como Singapur, Vietnam y Malasia.
Fuente: Salvador Di Stéfano