24 de noviembre del 2024

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03 feb. 2022

OPINIÓN: EL DESAFÍO DEL SALAME

El MV Horacio Baldovino cuestiona los mensajes difundidos recientemente en contra de la producción de alimentos -concretamente en este caso en contra de la producción de tomates-; a la vez que echa por tierra la idea de que la agroecología es viable con las tecnologías que existen actualmente

El MV Horacio Baldovino cuestiona los mensajes difundidos recientemente en contra de la producción de alimentos -concretamente en este caso en contra de la producción de tomates-; a la vez que echa por tierra la idea de que la agroecología es viable con las tecnologías que existen actualmente

05/10/2021

Me llamó la atención hace unos días el título de una nota que hablaba del “desafío del tomate”, o “el tomate challenge”, nota que fue reproducida por otras páginas y blogs durante un par de semanas. Al desafío lo patrocina la agrupación ecologista Green Peace y lo toma un conocido chef y conductor, Damián Betular, que en un video se muestra comiendo un tomate de invernadero, estoy de acuerdo en que generalmente son insulsos, y comentando luego de morderlo sobre lo que se notaba que no era agroecológico y lleno de “agrotóxicos”, “Cuando comés algo rico es porque fue cultivado o producido como se debe hacer”, sentenció.

A primera vista, uno escucha las opiniones y se imagina a los que las emiten como expertos productores de hortalizas cuando generalmente sólo son repetidores de conceptos que suenan lindo a su público y hasta a veces son demagógicos. Ninguno de los que tienen este discurso tan categórico han producido hortalizas o animales a nivel comercial, cuando digo a nivel comercial me refiero a producir un alimento con una base de calidad constante y a un costo razonable para poder comercializarlo sin perder dinero. La huerta familiar tiene muchas diferencias con una producción comercial, no es comparable en casi ningún aspecto.

Para tener información de primera mano recurro a un compañero de la secundaria que es hoy ingeniero agrónomo, investigador y docente de la Facultad de Agronomía de la UNR, que además se dedica específicamente a la producción de tomates. Lo primero que Guillermo Pratta me dice antes de empezar a hablar específicamente de la hortaliza en cuestión es: “la agricultura tradicional (monocultivo, control de plagas, siembre uniforme, etc.) ha llevado a la selección de genotipos adaptados a esos ambientes artificiales, y una agricultura ecológicamente sustentable y capaz de producir alimentos en cantidad y calidad suficiente no puede ser encarada con los genotipos disponibles actualmente”. A través de un proyecto de investigación están trabajando en cruzamiento entre las especies que se usan actualmente con especies silvestres de tomates para adaptarlos a producciones ecológicamente sustentables.

Con respecto a la influencia de los agroquímicos sobre el sabor de los tomates, no hay tal cosa, el sabor de los tomates está determinado por otra serie de factores, cuenta Pratta. Los tomates “larga vida” (son los que duran más tiempo sin ponerse blandos) se cosechan verdes o pintones para que soporten el transporte y no se machuquen y se hacen madurar en cámaras con una sustancia que se llama etileno. En planta, esos tomates madurarían de adentro hacia fuera, con esta sustancia maduran de afuera hacia adentro; por eso esos tomates se ven rojos por fuera y blancos por dentro, sin sabor o con sabor feo, pero no por los agroquímicos si no por una inadecuada maduración.

Para producir en forma eclógicamente sustentable se requiere un trabajo sobre los genotipos que más se adapten a esos manejos afectando lo menos posible los rendimientos, producir con bajos rendimientos no es sustentable.

La visión parcial de la producción que tienen algunas de estas agrupaciones ecologistas también alcanza a la producción animal, ven una parte de la cuestión, únicamente tienen el foco en el bienestar de los animales y sobre el uso de pesticidas o antibióticos, y también en los efectos de las producciones sobre el ambiente; cuestiones que también consideramos la mayoría de los técnicos y los productores y de acuerdo a los recursos con que contamos tratamos de mantenernos en un equilibrio entre producir cantidad y calidad, a un costo competitivo y los aspectos mencionados arriba. No hay que dejar de ver que los activistas no son productores, no producen nada, tener una huerta en el patio y una docena de gallinas sueltas en el fondo de una casa no es producir, en más un pasatiempo que un emprendimiento productivo. La experiencia de un almácigo de lechuga en el jardín no se puede extrapolar a la realidad de un mercado y hablar de producción ecológica sin herbicidas ni insecticidas (mal llamados agrotóxicos) y pretender con eso suplir la demanda de todos los consumidores no es posible actualmente. Al menos hoy no está disponible la tecnología para producir lo suficiente y necesario de esa manera.

Llevando esto a la producción de cerdos, solamente en Argentina se produjeron alrededor de 7 millones de capones el último año, la mayoría en sistemas confinados. Comencé en la actividad porcina como profesional en los ´90, y en esa época la mayoría de mis clientes producían cerdos al aire libre con una eficiencia y unos resultados físicos que hoy harían insostenible a este negocio. Plantear un modelo de producción de ese tipo hoy es muy poco viable. Para comprender mejor la brecha que hay entre un sistema actual y uno al aire libre (ambos extremos) voy a hacer una simulación para una granja de 120 madres con parámetros productivos algo mayores a los que teníamos hace 20 años ya que hubo un progreso genético especialmente en la prolificidad de las líneas maternas que se pueden comportar mejor en ese sentido aun en un sistema extensivo.

En los sistemas al aire libre se alojaban entre 40 y 50 hembras gestantes por ha, para 100 hembras gestantes son necesarias 2,5ha, más 30 piquetes de lactancia de 500m², son 1,5ha; suponiendo que destetan 11 lechones por parto la recría contaría con 21 corrales de 100m² para 22 lechones cada uno hasta los 30 kg. Para engordar esos animales sin uso de pastura usualmente se asignaban alrededor de 200 animales por ha, a 60 por semana en 15 semanas de engorde, son 900 animales, 4,5ha. Para una granja de 120 cerdas en producción al aire libre con ciclo completo (sin alimentar con pasturas y usando el terreno como era usual fines de los ´90) se usarían 8,7ha más caminos planta, etc. Mientras que una granja confinada de 120 cerdas de ciclo completo ocupa alrededor de 1,5ha con lagunas de efluentes incluidas. Producir al aire libre implica ocupar alrededor de 6 veces más superficie que hacerlo en confinamiento y lo que además impacta muchísimo en los costos, es que en estos sistemas la conversión alimenticia es superior a 4:1, versus 2,8:1 de un confinamiento; eso implica que además de toda la superficie que se dejaría de usar para agricultura por estar ocupada con animales, será necesario al menos un 25 a 30% más de superficie agrícola de la ya destinada a producir maíz y soja para alimentar la producción de cerdos. ¿Cuánto costaría producir en un sistema así?. ¿Los activistas, no hacen estos cálculos antes de hablar?

Lo anterior viene a cuento luego de haber leído una publicación de “Bichos de Campo” acerca de las declaraciones de una investigadora de CONICET: “la presencia de pandemias zoonóticas es una consecuencia de la vida que le damos a las vidas animales”. La Dra. Mónica Beatriz Cragnolini, investigadora principal del CONICET, redactó un trabajo que fue publicado este año en la revista Erasmus con el título “El Gran Carnicero y la Pandemia”. En su trabajo afirma que “la vida de los animales es un ‘recurso’ que se produce continuamente, sólo para ser consumido. A ese ‘recurso’ que es el animal se lo condena a condiciones de stress y sufrimiento, y la presencia de pandemias zoonóticas (que parecen ‘asombrarnos’ tanto) es una consecuencia de la vida que le damos a las vidas animales”.

“El capitalismo verde, en relación a los animales, propone sustituir la crianza intensiva por crianza extensiva: animales que supuestamente morirán más felices porque han podido, a lo largo de una vida determinada de antemano por los humanos en cuanto a su cronología, pastar y caminar por los prados. Las vacas productoras de leche seguirán siendo preñadas artificialmente para generar leche, las gallinas ponedoras podrán pasear en lugar de estar en jaulas hacinadas: sin lugar a dudas todo esto ‘mejora’ las condiciones de vida de los animales, pero ¿por qué pensar siempre en jaulas más amplias (un poco de más  espacio para el esclavo, un alargarle las cadenas) y no en ‘jaulas vacías’”.

La doctora del CONICET que nos dice cómo debería ser la producción de alimentos seguramente es percibida por el lector desprevenido como una profesional de las ciencias biológicas, una ingeniera agrónoma o una productora agropecuaria, pero no, Mónica Cragnolini es doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires especializada en filosofía nietzscheana y postnietzscheana, de verdad, no es broma.

Estoy ansioso de ver las caras de las editoras del Productor Porcino cuando lean el título de mi próximo artículo: “La influencia de Platón sobre las historias de Peppa Pig”.

Por: M.V. Horacio Baldovino


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